La fiesta de los Krakelingen y Tonnekensbrand, en Geraardsbergen

Fiesta de Krakelingen y Tonnekensbrand

Las fiestas tradicionales y cargadas de rituales ancestrales suelen conferir un carácter de identidad único a la población que las celebra. Sus habitantes se identifican con unos festejos que se celebran durante siglos y que, al mismo tiempo, los une en mor de sus antiguas raíces y de lo que aprendieron de sus antepasados.

Este caracter es el que ha hecho que la Unesco incluyera, en el año 2010, la fiesta de los Krakelingen y el Tonnekensbrand, en lenguaje llano, «la fiesta de los panes y el vino», que se celebra anualmente en la localidad belga de Geraardsbergen, en la Lista representativa de Patrimonios Culturales Inmateriales de la Humanidad en Bélgica.

Estas fiestas se celebran el penúltimo domingo antes del primer lunes de marzo. Este año, por tanto, coincide con este domingo, 22 de febrero, día en el que las celebraciones comienzan a las 3 de la tarde, cuando un desfile procesional se dirige desde la iglesia de Hunnegem hacia la colina de Oudenberg, en las afueras del pueblo, donde se encuentra engalanada la capilla de Santa María. Encabezados por el deán de la iglesia y por los gobernantes del ayuntamiento, ataviados con trajes de época, cientos de participantes van en fila portando panes, peces, vino y antorchas que se llevan en ofrenda.

Estos panes son los que dan nombre a la fiesta, Krakelingen, que son una especie de rosquillas, que durante días, y hasta el momento de la celebración, han adornado los escaparates y casas de Geraardsbergen.

Una vez rezadas las oraciones a la virgen, los cientos de panes se lanzan a la muchedumbre que en las afueras esperan pacientes con la curiosidad de que una de esas rosquillas lleva dentro un vale por lo que ellos llaman el «Krakelingen de oro» que cada año elabora un joyero de la ciudad. Después el deán bebe el vino, con un pequeñito pececito dentro de un cáliz que data de varios siglos atrás. Y es entonces cuando comienzan los bailes y la diversión.

A las 8 de la tarde comienza la segunda parte de la fiesta, la del Tonnekensbrand, cuando todos vuelven a la colina donde se enciende un tonel de paja como símbolo de que se quema una etapa, la del invierno que finaliza, y comienza otra, la primavera. De ese fuego se prenden las antorchas que todos y cada uno de los asistentes llevan hasta el centro de la ciudad, también como símbolo de que llevan la luz a ella.

Se trata de una tradición que se remonta al siglo XIV, y cuenta con una leyenda propia, de cuando la localidad se vio asediada por las tropas del Conde de Flandes. Cansados y hambrientos, sus habitantes decidieron emprender una imaginativa pero desesperada estratagema: lanzar por encima de las murallas el poco pan y los peces que les quedaban, símbolo de la abundancia por aquel entonces. Pretendían con ello demostrar que no les faltaba de nada y que podrían resistir el asedio. Sin embargo, sea cierta o no la leyenda, la ciudad siguió sitiada y finalmente invadida y saqueada.

Pan, vino y fuego. Elementos tradicionales de los antiguos ritos cristianos. Una tradición que bien les ha valido ser reconocido dentro de la lista de patrimonios.

KRAKELINGEN Y TONNEKENSBRAND, LA FIESTA DEL PAN Y EL VINO

Foto vía Jan Coppens

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Category: Patrimonios de Europa

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